24.11.05

Tejidos humanos de 3.000 años en Menorca


Han aparecido en Sa Cova des Pas, un pequeño abrigo cerca de la localidad de Ferreries (isla de Menorca, Baleares) una serie de enterramientos excepcionales de la Edad del Bronce. En una primera aproximación, previa a disponer de dataciones absolutas, se cree que los restos tienen unos 3.000 años de antiguedad. Se inscriben en el periodo pretalayótico, entre el año 1.100 a.C. y 800 a.C.
Hombre con coleta
En estas fechas no hay un hallazgo comparable en Europa en cuanto a su abundancia y calidad.
La excepcionalidad del hallazgo consiste en el excelente estado de conservación de los 50 cuerpos localizados hasta ahora y de los otros restos materiales del yacimiento. Un tesoro de tejidos blandos que proporcionará información detallada respecto al ADN de los antiguos pobladores de Menorca.
Además, se trata de una muestra variada de individuos de diferentes edades. Con lo que se podrán llevar a cabo estudios demográficos.



Aparecen, además de los restos óseos, tejidos vegetales, cuerdas, cuero y algunos elementos metálicos (anillos y espirales) de bronce y estaño. El estaño en concreto no es originario de la isla. Probablemente proceda de la zona atlántica. Lo que revela un notable intercambio comercial marítimo en una isla
mediterránea.

En cuanto a los tejidos humanos, se conserva a simple vista -a la espera de confirmación en laboratorio- desde cabellos a tejidos musculares, partes de un pulmón (pleura), restos fecales en el intestino, e incluso materia cerebral (masa meníngea). Se ha podido determinar, en base a la materia contenida en el intestino, que la última comida de uno de los individuos fue vegetal.
También se ven patologías de columna y un tumor óseo avanzado. Eran de una complexión robusta.

El excelente estado de conservación de la materia orgánica sólo suele darse en climas muy secos (desiertos, por ejemplo las momias egipcias), enterrados en turberas anóxicas, o congelados (Ötzi, el hombre de los hielos, del que hablaré en un futuro artículo). En cualquiera de los casos, el número de hallazgos es muy escaso.
Ninguno de estos precedentes es el caso de Menorca, con un clima mediterráneo típico.

Así que de momento se apuntan dos hipótesis para explicar la calidad de unos restos tan antiguos: tal vez el microclima de la cueva ; o tal vez algún producto químico que sirviera para tintar pieles y con el que se impregnaron los restos favoreció esa conservación. Si es el primer caso, deberían aparecer otras cuevas con ese milagroso microclima. Si es el segundo caso, debería detectarse en el laboratorio.

Dice el arqueólogo Víctor Guerrero que "muchos de los individuos aparecen recostados en posición fetal envueltos en un sudario y ligado con cuerdas sobre una parihuela o camilla de madera conservada intacta". No hubo enterramiento, sino simple apilamiento de los cuerpos. La pupa de una mosca necrófaga encontrada en el individuo nº 1, llamado "Señor de la trenza" (ver foto 1) lo reafirma. Se desconoce también cómo trasladaron los cadáveres a un lugar tan inaccesible que ha posibilitado que no se haya descubierto durante todos estos siglos. La cueva se enclava en medio de un barranco calizo de 50 metros de altura. No sabemos si los cuerpos fueron descolgados desde arriba o izados desde abajo. En cualquier caso, la tarea no parece sencilla.

Hay para años de estudios. El fantástico yacimiento de Sa Cova des Pas acaba de empezar a balbucear, pero el panorama que dibujará en unos años dará una visión muy precisa de cómo vivían los hombres de la Edad del Bronce.


7.11.05

Mono economicus


"Démosle un dólar al mono, a ver qué hace". Esta curiosa idea fue la base de un posterior estudio con el que dos investigadores americanos pretendían averiguar si las leyes de la economía humana rigen también entre nuestros parientes más próximos.

El economista Keith Chen y la psicóloga Laurie Santos han dado a conocer los resultados de este estudio, difundido masivamente por 'The New York Times', en el que se enseñó a monos capuchinos a intercambiar dinero por alimentos.

Los monos capuchinos son pequeños e inquietos. Sus intereses parecen ser sólo la comida y el sexo. Son monos del Nuevo Mundo, así que divergimos hace mucho de ellos. Su cerebro es pequeño, pero ya nos habían dado alguna sorpresa.

El caso es que se adiestró durante meses a un grupo de siete capuchinos a recibir comida a cambio de unas
chapas metálicas. En cuanto asumieron la función de las chapas, se examinaron las reacciones de los capuchinos ante diferentes situaciones. A cada mono se le asignó diariamente una paga consistente en doce chapas, intercambiables cada una por una pieza de comida, fueran uvas, dulces o algún otro alimento comparable. Tenían que decidir en que gastaban su recien estrenado sueldo.

En un determinado momento, se "abarató" el valor de uno sólo de los productos. De modo que, desde entonces, con una única chapa conseguían dos dulces en vez de uno, como antes era habitual. Los monos no tardaron en darse cuenta de ese hecho, y prefirieron obtener el doble por el mismo precio. Reaccionaron racionalmente: acudieron gustosamente a las rebajas. Actuaron como cualquiera de nosotros haría, siguiendo una de las leyes básicas de la Economía: cuando el precio de un producto baja, la gente tiende a comprarlo más.

Las observaciones no acabaron ahí. Se les vió robar; no eran capaces de ahorrar; se comportaban de una manera irracionalmente humana cuando se les propuso juegos de riesgo; e intercambiaron su dinero por sexo. ¿Os suena? ¿A qué otra especie os recuerda?

Adam Smith, el fundador de la Economía clásica, escribió que "
nadie ha visto nunca a un perro hacer un claro y deliberado intercambio de un hueso por otro con otro perro". Y que "nadie ha visto a un animal por sus gestos o por sus sonidos significar a otro, esto es tuyo, esto es mío. Quiero darte esto por esto otro". Así, Adam Smith quería remarcar que la habilidad de la Humanidad para el intercambio económico era exclusiva. Que el homo economicus estaba solo.

Los siete capuchinos de la Universidad de Yale contradicen las conclusiones de Adam Smith. Los monos pueden actuar en términos económicos. Otra cosa es que- en libertad- no les interese hacerlo. No sea que acaben trabajando -iba a decir como bestias- para llevar cuatro chapas a casa a fin de mes.

6.11.05

Primera observación de uso de instrumentos en gorilas salvajes


Sabíamos del uso de instrumentos en chimpancés, bonobos, orangutanes o capuchinos, además de algunas aves y mamíferos marinos. Pero nunca se había observado el empleo de instrumentos en gorilas salvajes.

La explicación de esa ausencia de inteligencia instrumental en los gorilas se atribuía a la fuerza de estos simios. No necesitan elementos externos para procesar comida. Sus potentes manos y mandíbulas se valen por sí solas para partir frutos duros. Y les sobran los palitos que usan los chimpancés para extraer termitas del termitero. Los gorilas comen termitas con las manos, sin importarles sus picaduras. Su gruesa piel les resguarda de las mordeduras de los enfadados termes.

Ahora se ha observado por primera vez a gorilas empleando instrumentos de un modo realmente distinto y original. En una ocasión, un gorila se vale de un largo palo para medir la profundidad de un
Gorila atravesando un pantano sirviéndosew de un palo para medir la profundidadpantano por el que quiere cruzar. Y en otra, otro ejemplar emplea un tronco a modo de pequeña pasarela para vadear una zona pantanosa. Un gorila ha construido un puente. Todo lo rudimentario que se quiera, pero un puente al fin y al cabo.

¿Cómo han aprendido los gorilas estas habilidades? ¿Es por iniciativa individual, o se deben a tradición? Puesto que es la primera vez que se observa, aún es pronto para contestar estas preguntas.

En cualquier caso, gorilas, bienvenidos al mundo inteligente. Ya tardábais.