Limando y afilando dientes
He leído en la prensa que la candidata socialista a las elecciones presidenciales francesas, la sonriente Segolene Royal, se ha limado los caninos para dulcificar su imagen. No sé lo que habrá de verdad en esta noticia, porque he estado buscando por internet y no he encontrado más que algunos comentarios al respecto (aunque sí se dice que se le practicó un realineamiento dental). En cualquier caso, lo que es seguro es que su precursor François Mitterrand ya había procedido a limarse los caninos. Se ha llegado a decir que sin ese "retoque" no habría ganado las elecciones. Y que el agradecimiento con su dentista (Guy Penne) fue tal que lo encumbró a Senador.
Los asesores de imagen les aconsejarían que unos caninos prominentes desprenden una imagen de agresividad, de carnivorismo, de animalidad. El ideal de dentición occidental tiende a una boca totalmente poblada de incisivos y molares, con su perfil agradablemente plano. ¿Somos aún tan salvajemente instintivos que se tiene que recurrir a estos métodos estéticos para que los argumentos de los políticos sean creíbles? Pues no. No es instinto.
Los caninos son antiestéticos según los cánones de belleza occidentales. Se podría pensar que la anulación de los caninos tiene el mismo fundamento que la depilación, es decir, eliminar los signos externos de nuestra animalidad. Pero no es así. Hay pueblos, como los de las islas Mentawai de Sumatra, en los que ocurre lo contrario. Allí existe la costumbre de limarse los incisivos en punta para que tengan una apariencia caniniforme. El resultado se considera una belleza. Y hay numerosos ejemplos de limado, afilado y alteración estética de dientes en diferentes culturas a través de la historia. Así que el odio estético a los caninos es una moda, no una norma universal humana.
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Foto 1: Segolene Royal.
Foto 2: Mujer Mentawai, fotografía de Chad Grochowski (National Geographic).