El nacimiento del ornamento personal
Acaba de darse a conocer la reinterpretación de unas conchas marinas perforadas halladas hace décadas. Nadie les hizo demasiado caso, hasta que una visión más minuciosa ha llevado a la conclusión de que estas conchas son la primera evidencia de ornamentación personal, si los investigadores están en lo cierto.
Hasta ahora, unas cuentas de colgante aparecidas en el fantástico yacimiento surafricano de Blombos Cave, con una antiguedad de 75.000 años, eran la primera prueba de que a los humanos (al menos a algunos) les gusta emperifollarse. Blombos Cave es único. No sólo por esas supuestas cuentas, sino porque también presenta una de las primeras pruebas de lo que parece arte. Y porque se observa, junto con el cercano yacimiento de Klasies River Mouth, una estrecha relación de los primeros Homo sapiens con el hábitat costero (pesca como fuente habitual de alimento) nunca antes vista. La relevancia de Blombos da soporte a la versión débil -muy débil, diría yo- de la Teoría del Primate Acuático. Merece un futuro artículo monográfico.
Pero volvamos a la noticia que nos ocupa. La observación al detalle de 2 conchas de los yacimientos de Skhul (Israel) de unos 100.000 años, y una de Oued Djebbana (Argelia) de entre 90.000 y 35.000 años -aunque se infiere por la industria asociada que data de unos 90.000 años- hicieron saltar la liebre. Estos yacimientos distan del mar 20 y 190 km. respectivamente. Así que las conchas probablemente demuestran un comercio incipiente.
Además, cada minúscula concha tiene una perforación en su dorso. Las perforaciones podrían ser naturales, pues excepcionalmente se producen esos orificios sin intervención humana, aunque es un hecho muy raro. Pero como es improbable que se trasladara un producto tan perecedero a lo largo de tanta distancia para su consumo, lo más razonable es pensar que la utilidad del traslado, y seguramente también de la perforación, fuera estética. Selección sexual a la manera humana, vamos.
Los autores del estudio publicado en Science, Francesco D’Errico y Marian Vanhaeren, se obstinan, a mi juicio, en relacionar las conchas de Nassarius con la utilización del lenguaje, cuando lo cierto es que la elaboración de una sofisticada herramienta achelense -mucho más antigua- requiere más precisión mental que un simple agujero en una concha o su utilización como adorno.
Las conchas perforadas de estos yacimientos pertenecen al género Nassarius !Qué casualidad! El mismo género que las de Blombos Cave. Sin la patente factura humana de las conchas de Blombos, las conchas de Skhul y Oued Djebbana muy probablemente habrían seguido durmiendo plácidamente en los cajones de los museos. Mira que hay conchas perforables en los mares. !Pues no, tenían que ser Nassarius!. Una moda que se extendió como mínimo desde Asia hasta Africa durante 25.000 años. La masiva epidemia memética había llegado ya hasta ese punto.
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Foto: Las dos conchas de Nassarius gibbosulus de Skhul. La línea de referencia mide 1 centimetro. (Imagen: Marian Vanhaeren/Francesco d'Errico)