Violencia continuada en Atapuerca
Cuenta Bermúdez de Castro (1) que existen evidencias de violencia intrahumana en los restos de Atapuerca. Por una parte, los signos indiscutibles de canibalismo practicado por los Homo antecessor hace unos 800.000 años, ya comentados aquí. Por otra parte, lo que es una novedad para mí, se reportan golpes en prácticamente todos los Homo heidelbergensis de la Sima de los Huesos (hace unos 500.000 años). La inmensa mayoría son aboyamientos sobre la ceja izquierda del cráneo. Golpes a los que sobrevivieron casi todos los afectados.
El hecho de que los impactos en el cráneo se sitúen en el lado izquierdo probablemente indica que se dieron por parte de individuos diestros. Y puede explicar el gran torus supraorbital de heidelbergensis (no sólo de ellos) como estructura defensiva para proteger los ojos ante eventuales impactos. Este rasgo se añadiría al gran espesor de los huesos del cráneo de esta especie, que permite resistir golpes que a nosotros, frágiles sapiens, nos hundirían el cráneo al instante.
Pudiera ser que la violencia documentada en Atapuerca fuera intermitente, o sea, dos episodios aislados que casualmente se han dado en la misma zona con unos 300.000 años de diferencia. Aunque me parece demasiada casualidad. Más bien es la prueba de que la violencia entre homínidos era general y continua durante todo este tiempo. Si vamos encontrando pruebas intermedias de violencia, la hipótesis de la agresividad esporádica se debilitará. No sabemos si esa violencia era intragrupal o intergrupal. O ambas. Los investigadores de Atapuerca consideran más probable que sea intergrupal, supongo que por extrapolación etnológica, pero no hay pruebas definitivas.
En cualquier caso, que encontremos estos signos tan patentes y repetidos de violencia en una misma ubicación geográfica y con tantos milenios de separación indica que la violencia no es un fenómeno nuevo, consecuencia de la neolitización, de la territorialización, de la acumulación de recursos y de la jerarquización social consiguiente, sino un hecho que nos ha acompañado siempre, sea continua o esporádicamente. Y que el mito del buen salvaje o el Emilio de Rousseau no es más que eso: un mito. Lo que recupera la antigua imagen, que parecía desfasada, del antiguo cómic "Hug el Troglodita" blandiendo siempre una gruesa porra.
(1).- Conferencia de José María Bermúdez de Castro en la Fundación Juan March, 23/10/2008, minuto 22:27 h.)
Imagen 1: cráneo 5 de la Sima de los Huesos (Atapuerca, España), atribuido a Homo heidelbergensis.
Imagen 2: Hug el troglodita, cómic de Gossel.
Banda sonora del artículo: Spread a little joy (Life-Size Humans):
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Según tengo entendido
el australopithecus robustus no está asociado con herramienta alguna y sí el a. grácil usaba útiles de piedra y hueso, indicando esto último que cazaba. Ambos eran bípedos, aunque imperfectos; por los dientes y mandíbulas encontrados sabemos que el A. robustus (A. = Australopithecus, en adelante) era vegetariano rígido mientras que el A. africanus o grácil era omnívoro, es decir, que comía de todo, incluso carne de venado (usaba sus huesos). En el A. robustus había ausencia de frente mientras que el A. grácil tenía una frente incipiente (aumento de los lóbulos frontales). Hay otras especies de australopithecus como el afarensis (descubierto por Donald Johanson) probablemente más antiguo, hacia 4 millones de años o más y el A. Bosei más reciente hacia los 2 millones de años y menos.El uso de guijarros, huesos y ramas como armas por parte del homínido primitivo revela una incipiente "tecnología" que le sirvió para sobrevivir como especie. La tecnología superior se impone a la carencia de ella a pesar de la fuerza física. Cuando el homínido comprendió que el uso de armas lo ayudaba a resistir y rechazar ataques de animales más fuertes es probable que comenzara la fabricación y no la mera utilización del elemento primario. Este proceso de hacer el arma o el utensilio como, por ejemplo, sacar astillas y afilar una piedra para hacerla cortante, involucra una capacidad de raciocinio destacada. La posición erecta bípeda con la consiguiente liberación de las manos para el uso de armas y el desarrollo de la locomoción en esa pose erecta, llevó al homínido a poder observar a mayor distancia, prevenir y rechazar el ataque de leopardos y hienas, sus enemigos mayores. El fuego, junto con las armas primitivas, el simple uso o la fabricación de la herramienta, llevó a nuestros antepasados remotos a poder sobrevivir, reproducirse y evolucionar hacia las formas humanas. En esos primeros tiempos, las armas fueron necesarias para alimentarse(cazar),disputa de las hembras,posesión del territorio y por el poder. Según leí o estudié en alguna ocasión la primera muestra de violencia se encontró en el sur de África, en concreto en la caverna de Makapansgat y en la cueva de Swartkrans.Bueno esto es lo que sé sobre este tema tan interesante. Salu2.
Gracias por tu síntesis, Marcelino.
Esa supuesta prueba de violencia que mencionas, la "indutria osteodontoquerática" de Dart, junto con la hipótesis del cazador,o sea, que los australopitécidos y primeros Homo eran básicamente agresivos, estuvo un tanto desprestigiada. Puede que con la confirmación de que en Atapuerca andaban a mamporrazo limpio haya que recuperarla. Al menos un poco.
Aun no he podido oir la conferencia que cuelgas, por lo que no sé nada más que lo que escribes aquí. Con lo que pones, me extraña que se interprete como prueba de violencia las muestras de golpes sobre la ceja izquierda. Sí, un golpe en la cabeza con una piedra daría ahí en muchos casos, pero, ¿cuál sería el resultado? En nuestro caso, ya lo dices: "nos hundirían el cráneo al instante." ¿Y en el caso de ellos qué pudo haber pasado? Pues que un golpe capaz de dejar abollamientos sobre el cráneo casi siempre hará perder el conocimiento a quien lo recibe. Por mucho hueso que tuvieran, su cerebro no sería más duro que el nuestro y el abollamiento implica traumatismo encefálico, quedarse KO.
Y sin embargo son "golpes a los que sobrevivieron casi todos los afectados." ¿Y cómo es eso posible? ¿Pudieron haber estado peleando a vida o muerte y salvarse tras perder el conocimiento a manos de sus enemigos? ¿Y eso en repetidas ocasiones? Algo no cuadra.
Prefiero pensar en cuál pudo ser la actividad relacionada con su modo de vida que pudiera conllevar la recepción de esos golpes, a los que probablemente sobrevivirían gracias a la ayuda del grupo.
Espero que "la hipótesis del cazador" no recupere actualidad; asumir la idea de que la violencia intergrupal es genética, innata y configurativa de nuestra especie no ayuda a buscar caminos para evitarla.
Saludos.
No, desde luego que la agresividad humana no es genética. Pero que los heidelbergensis de la sima sufrieron grandes dosis de violencia, eso parece fuera de toda duda.
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