15.2.04

Fronteras: cicatrices de la historia


Desde que el primer primate con un código genético propiamente humano apareció en Africa, ha habido un mecanismo claro de expansión de ese material genético original:
el crecimiento de los niveles de integración. Es decir, las primeras familias conviven y cooperan, se unen en agrupaciones familiares conforme van aumentando su número y la coordinación se va imponiendo frente a los impulsos individuales.

Esas agrupaciones familiares se unen para formar tribus, conglomerados de familias. Cada tribu, en una fase posterior, crearía lazos con tribus vecinas, dentro de lo que se podrían considerar etnias. Por fin, estas etnias, ya en tiempos protohistóricos, darían lugar a los Estados primigenios. Sería en esta fase cuando se definirían fronteras claras. Conforme el proceso de expansión se fuera desarrollando, las fronteras irían aumentando su importancia a la hora de restringir los territorios.

Hoy, en un mundo tendente a la globalización, las fronteras son cicatrices, testigos de desencuentros en ese proceso expansivo de la población. El único sentido que se les puede encontrar es el englobar políticamente un territorio para asegurar una unidad de actuación política. En todo caso, esas heridas van cicatrizando paulatinamente, diluyéndose en el océano de la civilización occidental y del libre mercado.