Fuiste grande, Fitzroy
Robert Fitzroy, capitán del Beagle, barco en el que Darwin gestó la teoría de la evolución, siempre había representado para mí la resistencia ciega al avance de la ciencia. Como los jueces de Galileo. Era el freno, cargado de prejuicios tradicionales sin sentido, al progreso que representaba la avalancha de datos que el joven Charles Darwin había aportado a favor de la evolución de las especies. FitzRoy no pudo admitir que los textos bíblicos fueran una recopilación de mitos ambiguos.
Pero todos tenemos múltiples facetas. Y mientras que FitzRoy se resistió en este aspecto (¡dichosa fe!) a alterar su forma de pensar a pesar de las evidencias, tuvo otros puntos fuertes. Por un lado fue un excelente cartógrafo. Trazó mapas precisos de tierras desconocidas, con un detalle hasta entonces inusual, sorteando numerosos peligros. Además, en su periodo de gobernador de Nueva Zelanda, se mostró cercano, comprensivo y tolerante con los nativos -aún con el consabido deber evangelizador-, postura radicalmente contraria al afán colonialista sin cortapisas de la metrópoli.
Y ahora viene lo que probablemente sea su faceta más relevante:
Esta es una conversación recreada(1) en 1829 entre el entonces joven capitán Fitzroy y el guardiamarina Sulivan, tras una grave tormenta a bordo del Beagle:
>Sulivan: -Nadie es capaz de pronosticar el tiempo, señor. Es imposible.
>Fiztroy: -Vamos, vamos, guardiamarina Sulivan. (...) ¿Qué origina las tormentas?
>Sulivan: -Los vientos fuertes.
>Fiztroy: -No; los vientos fuertes son el resultado, no la causa de las tormentas. Lo que provocó esa tormenta fue la colisión entre el aire caliente y el aire frío. ¿Cuáles son los lugares del mundo más proclives a las tormentas?
>Sulivan: -Los cuarenta rugientes, el Atlántico Sur, el Atlántico Norte...-empezó Sulivan, y Fitzroy permitió que llegara a su propia conclusión-. ¿Las latitudes donde el aire frío de los polos se encuentra con el aire cálido de los trópicos?
>Fiztroy: -Exacto. (...) ¿Y si toda tormenta se origina del mismo modo? ¿Y si cada tormenta es un remolino, un torbellino, pero a gran escala, tanto horizontal como vertical, entre una corriente de aire caliente y otra de aire frío?
>Sulivan: -No lo sé. Y si es así, ¿qué?
>Fiztroy: -En ese caso, teóricamente sería posible predecir el tiempo... Bastaría con localizar las corrientes de aire antes de que chocaran entre sí.
>Sulivan: -Pero Fitzroy... Ejem, señor, debe de haber un sinfín de brisas. Dios no hace que soplen los vientos por encargo.
>Fiztroy: -Todo capitán experimentado sabe dónde encontrar un viento o una corriente favorables. ¿Acaso cree que los vientos soplan al azar? (...)
>Sulivan: -Pero aunque pudieran predecirse esas... esas corrientes de aire ¿cómo podría avisarse a los barcos que fueran a encontrárselas en su travesía?
>Fiztroy: -¿De dónde proceden la mayoría de las tormentas?
>Sulivan: -Del Oeste.
>Fiztroy: -¿Por qué?
>Sulivan: -No lo sé.
>Fiztroy: -Yo tampoco. Tal vez tenga algo que ver con la rotación de la Tierra. Pero si fuera posible anotar y analizar los vientos y las corrientes en algún lugar, y pudieran mandarse los resultados cientos de millas al este...Imagíneselo. (...) Calcule la de vidas que podrían salvarse.
Otra hipotética conversación entre él y el almirante Beechey, Director del Departamento de Marina, en 1856:
>Almirante Beechey: -Ah, capitán Fitzroy, qué contento estoy de verlo por aquí. Veamos si es capaz de explicarme esto. Parece que a su último mapa lo hayan invadido las arañas. ¿Qué diablos se supone que significan estas marcas? (...)
>Fitzroy: -Es una carta sinóptica, señor. Las marcas son rosas de los vientos, un sistema gráfico que he concebido para registrar observaciones climáticas.
>Almirante Beechey: -¿Y por qué diantre no puede apuntarlos en una tabla como está mandado?
>Fitzroy: -Vistos en un mapa, señor, reflejan ciertas pautas características. Al parecer las tormentas son giratorias en su formación, principalmente se mueven en dirección al este, y alcanzan unos ocho kilómetros por hora. (...) Mi plan es dotar de barómetros las estaciones de observaciones de la costa, y tender hilos telegráficos que las conecten directamente con el Departamento de Industria y Comercio. De esta manera reuniríamos información casi inmediata, señor.
>Almirante Beechey: -Le recuerdo, capitán Fitzroy, que su trabajo consiste en reunir información meteorológica para fines estadísticos, no impulsar la peregrina idea de pronosticar el tiempo. No sé si está informado debidamente, pero se le paga para que trabaje como estadístico, no como brujo.
>Fitzroy: -Pero si analizamos los hechos estadísticos, señor, podremos predecir pautas observables y dinámicas. Las corrientes meteorológicas son tan previsibles como las corrientes oceánicas; en realidad vivimos en un océano de aire. Y cuando estas corrientes chocan entre sí o se cruzan, causan remolinos o torbellinos en el aire a gran escala, no sólo horizontales sino también inclinados o verticales. Así es como se forman las tormentas, señor, estoy seguro. En especial cuando el aire cálido de los trópicos se encuentra con el aire frío que desciende de las regiones polares.(...)
>Almirante Beechey: -¡Basta ya, Fitzroy! ¡Se está poniendo impertinente! No habrá más "cartas sinópticas". Se acabaron las "rosas de los vientos". No quiero oír hablar más de esa arrogante tontería de "predecir el tiempo". Y así será mientras yo dirija el Departamento de Marina. ¿Está claro?
>Fitzroy: -Sí, señor.
Fue una corta derrota, un efímero temporal de verano. Tras perseverar, se consiguió que cada día el periódico "The Times" publicara sus pronósticos del tiempo. Aunque la oposición de los dueños de los barcos, que veían la flota anclada cuando el pronóstico era de mal tiempo, con las consiguientes perdidas económicas, hizo que se dejaran de publicar. Se ridiculizó a Fitzroy, tachándolo de agorero y gafe. Poco menos que el culpable de que se hubieran desencadenado las tormentas que advertía. Pero la interrupción en las publicaciones no duró mucho. El hoy frondoso árbol de la meteorología se nutre de la savia de muchos, y Fitzroy uno de los primeros. Cada vez que veamos la predicción del tiempo, sepamos que arranca, entre otros, de este polifacético hombre. Por mi parte, quedas rehabilitado, Fitzroy. Un fallo lo tiene cualquiera. Aportaste tu granito de arena a la evolución cultural.
(1) Todo esto viene contado en la épica novela de Harry Thompson "This Thing of Darkness" (traducción literal, "Esta Cosa de la Oscuridad"), titulada en España como "Hacia los confines del mundo" (editorial Salamandra, 2007). Excelente novela histórica, bien documentada, en la que se describe la vida de Fitzroy, sus discusiones con Darwin, su periplo vital y el mundo intelectual de la época. (Gracias, Paco, por tan fantástico tocho ;).
3 Memes sueltos:
No tenía ni idea. Un brindis por él!
¡Chin chin! Yo tampoco lo sabía. Un fallo lo tiene cualquiera.
FitzRoy es coautor con C Darwin del primer trabajo publicado por este en una revista: South African Cristian Recorder
http://darwin-online.org.uk/content/frameset?itemID=F1640&viewtype=text&pageseq=1
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