25.3.05

Hallados tejidos blandos en el interior de un fémur de Tyrannosaurus Rex

Desde los inicios de la Paleontología, ésta se ha basado casi exclusivamente en fósiles, es decir, en material inorgánico que reemplaza al material orgánico original.
Las pequeñas excepciones hasta ahora han sido algunos restos orgánicos contenidos en ámbar, y algún material hallado en turberas o ambientes muy húmedos y sin oxigenación, lo que permitía su conservación en un estado bastante similar al original.


Ahora, en el yacimiento
Hell Creek de Montana (USA), los paleontólogos han hallado varios restos de Tyrannosurus Rex de unos 70 millones de años, enterrados bajo muchos metros cúbicos de rocas de gran dureza. La novedad consiste en que, en el interior de un fémur, han aparecido lo que parece ser restos de tejidos blandos del dinosaurio.

Cuentan en El Mundo que "Mary Higby Schweitzer y sus colegas del Museo de Ciencias naturales de las Rocosas descubrieron estos tejidos en la cavidad del tuétano del fémur de un ejemplar de T-Rex llamado MOR 1125, un tiranosaurio relativamente pequeño".

En la imagen A se ve una fotografía de la supuesta médula ósea, una vez separada de la matriz fósil. Se observa perfectamente al estirarla (en la flecha) que es un tejido flexible y resistente.

Si no se trata de una falsa pista, se va a desatar una locura a la búsqueda de tejidos blandos que puedan permanecer ocultos dentro de huesos compactos. Parece que la clave para la conservación de esos tejidos orgánicos podría estar en que el fósil no esté expuesto a una percolación de agua que favorezca la mineralización del hueso, es decir, la sustitución del material orgánico original.






La imagen I muestra el tejido del Tiranosaurio, en comparación con el de una avestruz (imagen J). En ambos se observa un patrón de ramificación similar, con las paredes de los vasos sanguíneos claramente delimitadas. Los puntos oscuros en I podrían ser los núcleos de las células. Aunque el material blando conservado no sea el mismo que el original, parece que ciertas estructuras se conservan, lo cual es ya un hecho sorprendente que puede ayudar a conocer mucho mejor la biología de estos dinosaurios. Pero parece difícil que el ADN se haya conservado en estado original.
A la vez que abre un campo de estudio totalmente nuevo y apasionante.

Más información: el excelente Blog Evolucionarios o en Pharyngula (en inglés)


19.3.05

Inteligencia instrumental en no primates (I): Buitres Egipcios


Es corriente la opinión de que la inteligencia va indisolublemente asociada al uso de útiles. Cuando Engels o Freud enunciaron que el uso de útiles era exclusivo del ser humano, no teníamos aún mucha información acerca de conductas instrumentales en animales.
Ahora sabemos que son varios los animales que muestran un comportamiento instrumental, incluso en no primates.
En próximos posts se irán desgranando estas conductas, e intentaremos dilucidar qué hay de innato o aprendido en ellas.
Buitre egipcio preparado para soltar la roca sobre el huevo de avestruz

Los buitres egipcios
(Neophron percnopterus) usan piedras para poder romper las duras cáscaras de huevos de avestruz. Las lanzan con sus picos contra el huevo. Según las observaciones de Jane Goodall, los buitres seleccionan las rocas más idóneas. (Hay que decir que se ha observado otras aves que golpean huevos contra rocas para partirlos; no consideraremos este hecho como conducta instrumental, puesto que no se emplea un objeto como prolongación del propio cuerpo).


De hecho, los movimientos de cabeza llevados a cabo por los buitres no difieren mucho de los que realizarían si sólo se tratara de romper la cáscara con el pico. La eficacia de los buitres en sus golpes es más bien baja (sólo alcanzan a golpear el huevo entre un 40 y un 50 por ciento de los lanzamientos de rocas), pero insisten hasta lograr que la cáscara se rompa.

Se ha comprobado experimentalmente que los buitres prefieren rocas ovaladas, de formas parecidas a los huevos que se proponen romper. Y esta selección de forma también se aplica al objeto que se pretende quebrar: mientras que se intentó romper objetos ovoides verdes o rojos, no habrá intentos de rotura si el objeto a romper es cúbico, aunque sea de color blanco (National Geographic Society, 1972). Este hecho da soporte a la tesis de que esta conducta instrumental evolucionó desde la conducta original de golpear los huevos contra las rocas, como proponen Alcock (1975) y Thouless (1989).

Thouless et alii (1989), habiendo observado buitres jóvenes sin contacto con adultos, llegan a la conclusión de que esta habilidad es innata. No obstante, antes de ejercerla tienen que aprender que los huevos de avestruz son comestibles. Y este aprendizaje se da cuando un joven buitre encuentra un huevo ya roto por otra ave y prueba su contenido.

Bajo mi exclusivo punto de vista, y sin pretender poner en entredicho el innatismo de esta conducta, no entiendo cómo los buitres pueden tener una conducta instrumental tan compleja en su acervo génico, y carecer de ese instinto a la hora de reconocer como comestible un simple huevo. Que me lo expliquen, si no es mucho pedir. ;)

7.3.05

Descubierto (otro) homínido bípedo más antiguo


Se han descubierto en Etiopía restos fósiles de un homínido bípedo, que representan los más antiguos hallados hasta ahora, según los autores del hallazgo. Se han encontrado en el nordeste de Etiopía, en una zona rica en fósiles llamada Korsi-Dora. Korsi-Dora está a unos 60 km. de dónde apareció la famosa Lucy, el esqueleto de Australopithecus afarensis que revolucionó la paleontología humana en 1974 (y en su día ostentó el título de bípedo más antiguo). Lucy tiene una antiguedad de 3 millones de años, mientras que el nuevo hallazgo se remonta a los 4 millones de años.
El hallazgo se compone de fragmentos de costillas, vertebras, pelvis, omoplato y fémur de lo que se afirma que es un único individuo. Pero lo más indicativo es su tobillo, puesto que indica que era bípedo, según Bruce Latimer, del Museo de Historia Natural de Cleveland, autor del descubrimiento, junto a Yohannes Haile Selassie, del Museo Nacional de Addis Abeba. Por el momento, aún no hay atribución específica.

El estudio de un fémur de 6 millones de años en 2004 ya reveló una postura más cercana a homínidos que a chimpancés, pero se duda de que esa criatura -clasificada como Orrorin tugenensis- fuera un homínido. Ahora, el nuevo hallazgo del tobillo puede aportar preciosa información acerca de cómo se desarrolló el bipedismo.

Curiosamente, aunque es más antiguo que Lucy, el esqueleto es mayor, con piernas más largas, hecho que de momento queda sin explicar.

3.3.05

Los hombrecitos de Flores (IV): Homo floresiensis=1 Microcéfalo=0


Acaba de aparecer la noticia en Nature. Se ha reconstruido virtualmente LB1 (el único cráneo aparecido en Liang Bua) y los autores del estudio aseguran que el cerebro
no es el de un microcéfalo. Y tampoco se parece al cerebro de un pigmeo. Por tanto, se confirma la hipótesis de los descubridores, es decir, que se trata de una nueva especie, Homo floresiensis.
cráneo virtual LB1
Michael Morwood, uno de los descubridores, se muestra satisfecho por los resultados.
Morwood indica que, además, el cráneo presenta unos lóbulos frontales muy desarrollados (donde se localiza la capacidad de razonamiento), lo que parece abogar por la afirmación de que eran capaces de fabricar los sofisticados útiles que han aparecido en la cueva de Liang Bua, como él defiende.
Habrá que ver cual es la reacción de Teuka Jacob, Alan Thorne y los demás críticos.

Y yo añado que, en los parecidos entre
Homo floresiensis y los Ebu Gogo de la leyenda, ahora puede incluírse de manera más verosímil la capacidad de hablar, aunque fuera con "murmullos " (el habla se situa también en los lóbulos frontales).
¿Me estaré convirtiendo en un ingenuo "cree-leyendas"? Espero que no.
De momento, aún permanece en el cajón de las leyendas, dónde no reina precisamente la veracidad.

Sólo se necesitan dos cosas para sacarla del cajón e incorporarla a la realidad:
1.- Confirmación de la leyenda por parte de antropólogos culturales que la estudien sobre el terreno.
2.- Hallazgo de Homo floresiensis muy reciente.
Si se dan estas dos premisas, entonces admitiré que Ebu Gogo es Homo floresiensis. Hasta entonces, la leyenda Ebu Gogo seguirá relegada al mundo de la fantasía.


Los hombrecitos de Flores (III): La leyenda


Siempre he sido intransigentemente escéptico con las leyendas y la mitología. Pero ésta promete. Ahora veréis.
Como guinda del pastel a los hallazgos de Flores, resulta que en la isla circula la leyenda de unos hombrecitos pequeños y peludos. Les llaman Ebu Gogo (literalmente significa "la abuela que come de todo"). Los detalles anatómicos de estas criaturas son fascinantes: se dice que estos hombrecitos miden cerca de un metro, son barrigudos y tienen las orejas ligeramente despegadas. Sus brazos y sus dedos son largos. Son capaces de subir a árboles delgados, caminan torpemente y hablan con unos murmullos incomprensibles. Y que Ebu Gogo puede repetir lo que le dicen los humanos, como si fuera un loro.
reconstruccion de Homo floresiensis


Independientemente de si los hallazgos de Liang Bua representan la nueva especie Homo floresiensis o si son una población de Homo sapiens extremadamente pigmea y con un individuo microcéfalo, hay coincidencias con la leyenda: la talla es la misma, y también coinciden las proporciones de brazos y dedos.

Esto que viene ahora lo explica Richard Roberts, uno de los descubridores de Homo floresiensis: "Uno de los abuelos de Flores cuenta que los Ebu Gogo comen cualquier material, y -si tienen oportunidad- hasta carne humana. Que si les das de comer en un plato, se comen hasta el mismo plato" (hay que aclarar que normalmente los platos en Flores están hechos de calabaza).

Sigue Richards: "Los nativos cuentan que los Ebu Gogo esquilmaban las cosechas de los habitantes de Flores, y ellos lo consentían. Hasta que se llevaron -y se comieron- uno de sus bebés. Los nativos, enfadados, persiguieron a los minúsculos ladrones hasta su guarida, una cueva situada en un acantilado al pie de un volcán. Los perseguidores les dieron un fardo de paja, que los Ebu Gogo aceptaron encantados. Unos días después, los nativos volvieron a la cueva, esta vez para "ofrecerles" otro fardo de paja, pero éste lo encendieron y lo extendieron por la cueva. A los Ebu Gogo, chamuscados pero no quemados, no les quedó más remedio que salir pitando de la cueva, y fueron vistos por última vez dirigiéndose hacia el oeste, en dirección... a la cueva de Liang Bua"!!! (Liang Bua es el lugar donde se encontró Homo floresiensis).
Más detalles. Las mujeres Ebu Gogo tienen los pechos extremadamente colgantes, tan colgantes que se los pueden colgar a los hombros. Cuando Richard Roberts preguntó a los nativos si se habían cruzado sexualmente con los Ebu Gogo, lo negaron rotundamente. Pero le dijeron (probablemente en broma) que los de una aldea cercana seguramente sí que lo habrían hecho, pues las mujeres de esa aldea tienen los pechos muy grandes.

Se niega que se haya visto nunca los Ebu Gogo portando útiles de ningún tipo, lo que contradice la tesis de Roberts y sus compañeros respecto a Homo floresiensis.
La leyenda de los Ebu Gogo cuenta que estos seres fueron suplantados poco a poco por los actuales pobladores cuando llegaron a Flores. De hecho, se afirma que aún había Ebu Gogos en el momento en que los primeros colonizadores occidentales -holandeses para más detalle- desembarcaron en Flores hace 300 años. La última vez que se les vió fue hace unos 100 años.

De momento, nadie sabe si estas creencias no son más que mitos parecidos a los de otros pueblos que tienen figuras de seres diminutos en su tradición (elfos del folklore germano, por ejemplo). O si son la memoria oral de Homo floresiensis. Aunque si realmente éste se extinguió hace 13.000 años -como aseguran los autores del hallazgo-, es muy improbable que se haya conservado una tradición oral tan detallada y concreta.

Cuando hace 10 años un investigador holandés llamado Gert Van den Bergh oyó por primera vez estas historias sobre los Ebu Gogo -los detalles de la cual no difieren en exceso entre las diferentes aldeas- pensó que no se trataba más que de tradiciones fantásticas. La cosa cambió radicalmente cuando apareció Homo floresiensis. Ahora ,al menos alguno de sus descubridores barajan la idea de que esos mitos tengan una base real.
Los próximos proyectos de los investigadores van encaminados a explorar la cueva donde se cuenta que se escondieron los Ebu Gogo tras raptar al bebé. Si tan sólo se encontrara un pelo, podríamos determinar por ADN qué parentesco tienen con nosotros, y con los actuales habitantes de Flores. De hecho, en la cueva de Liang Bua ya se han encontrado unas acumulaciones de pelusa que podrían contener ADN de Homo floresiensis, y que están siendo analizadas en laboratorio (también se está intentando determinar el ADN de los mismos huesos).
Y lo más sorprendente: ¡
se considera la posibilidad de que todavía quede algún grupúsculo Ebu Gogo perdido en algún escondido rincón de la espesa selva de Flores!
¡A ver si no estaremos solos!!
Ya veremos en qué acaba todo, si tengo que volver a mi legendario escepticismo... o me lo envaino.

2.3.05

Los hombrecitos de Flores (II): La polémica


Un hallazgo tan excepcional como el de Homo floresiensis siempre alborota el gallinero científico. Y ha de atravesar un sano periodo de críticas y contracríticas que acabará decidiendo cual es su aportación real. Eso es lo que está pasando.
Chris Stringer sosteniendo LB1
De entrada, por el momento Eudald Carbonell, co-director de las excavaciones de Atapuerca y uno de los arqueólogos españoles más conocidos, duda que un cerebrito tan pequeño sea capaz de fabricar útiles de piedra como los que aparecen en la cueva de Liang Bua junto a
Homo floresiensis. El paleontólogo catalán Salvador Moyà va más allá, y ha manifestado que puede tratarse de una falsificación.

Ahora ha saltado a escena un experimentado paleoantropólogo indonesio, el profesor Teuka Jacob. Jacob es el único investigador que ha podido estudiar directamente los fósiles de Flores (aparte de los autores del hallazgo), y quien los conserva actualmente.
Como una zorra en el gallinero, Jacob afirma que la supuesta "mujercita de Flores" y sus congéneres no tiene nada de inusual.

El pequeño Johannes

El testimonio del periodista de "The Guardian", llegado a Flores para cubrir la noticia, es muy gráfico. Cuenta que, nada más llegar, le presentaron a un venerable anciano de cerca de cien años llamado Johannes. Johannes mide 1.25 metros. La talla de Johannes no es un caso excepcional. De hecho, tanto su padre como su abuelo eran de muy pequeña talla. Por alguna razón genética, esta disminución en la talla de la familia de Johannes sólo se manifiesta en los individuos masculinos. Las mujeres son "normales". Johannes afirma que su talla se la debe a sus antepasados. Supongo que desde que se hizo público el hallazgo de los pequeños hombres de Flores, diferentes antropólogos están mareando a Johannes y su familia midiéndoles el cráneo, los brazos, la nariz, las uñas...

Jacob dice que no es aventurado que Johannes y su familia desciendan de la "mujercita de Flores". Y, aunque no fuesen descendientes directos, Jacob asegura que no son más que una versión pigmea de
Homo sapiens, pero de nuestra misma especie. Algo así como la familia de Johannes hace 13.000 años.

Más leña al fuego: para Jacob, la supuesta "mujercita de Flores" es en realidad un hombre. Además, si bien es cierto que su cráneo es más diminuto de lo que cabría esperar incluso para una talla tan pequeña, este hecho se explica fácilmente si se trata de un individuo microcefálico. O sea, alguién que, además de ser muy bajito, tiene una cabeza extremadamente pequeña. Según Jacob, esta anomalía puede ser tan común en determinadas poblaciones como de un caso cada 500 individuos.

Los autores del hallazgo, Peter Brown y su equipo, se defienden diciendo que es mucha casualidad que los ocho especímenes sean enanos , y que son los adultos más pequeños que nunca se han hallado. Jacob contrataca diciendo que las poblaciones "pigmeas" no son inhabituales en la región, y que grupos humanos de talla muy pequeña aún persisten al oeste de Papua, en las islas Andeman y Nicobar, y en las Filipinas. pero que todos son
Homo sapiens. Estas poblaciones "pigmeas" antes eran muy comunes, pero ahora se han diluído considerablemente con las oleadas de inmigrantes "normales", y sólo perviven en algunas bolsas aisladas.

Junto a Jacob hay otros paleoantropólogos, como el austaliano Alan Thorne, quien además aporta el dato de que en 1975 se encontró en Creta un craneo microcéfalo de hace 4.000 años, muy parecido a la supuesta "mujercita de Flores". Pero, de momento, la gran mayoría de investigadores, la plana mayor de especialistas en evolución humana, defienden la nueva especie
Homo floresiensis. La polémica acaba de nacer.

La situación recuerda a lo que ocurrió cuando aparecieron los primeros hombres de Neandertal. En una primera fase, se dijo que eran individuos patológicos, anomalías humanas contemporáneas que se habrían perdido en las cuevas dónde se les encontró. El tiempo -con la generalización de hallazgos de neandertales- se encargó de darle categoría de especie a ese ser anómalo. ¿Pasará lo mismo con los restos de Flores?

De momento, la acidez de la polémica se expresa en las duras palabras de Thorne: "Si -como el profesor Jacob piensa- es un caso de microcefalia, hay un montón de especialistas en mi campo que no saben reconocer al 'tonto del pueblo' cuando lo tienen delante".
¿Cerebritos adultos tan diminutos son capaces de pensar como nosotros? A pesar de la opinión contraria de Eudald Carbonell, es posible que sí. El hombre adulto más pequeño registrado se llamaba Gul Mohammed y medía 0,57 metros. Aunque era tan pequeño, tenía un cráneo desproporcionadamentre grande ( no tengo datos de las medidas del cráneo). Pero incluso así, su talla era sólo un 60 por ciento de la de los hombrecitos de Flores. Lo que está claro es que este ser diminuto -Mohammed- no era ningún deficiente mental.

1.3.05

Los hombrecitos de Flores (I): el hallazgo


Hace unos meses, la isla de Flores fue el titular de las principales revistas científicas. Allí, un equipo de investigadores australiano-indonesio encontró unos restos humanos de una talla extremadamente pequeña, de una media de !1 metro de altura!. Se les catalogó como pertenecientes a una nueva especie (
Homo floresiensis). Esta nueva especie se extendió desde los 94.000 hasta los 13.000 años atrás, según apuntan las dataciones absolutas realizadas.



Se encontraron en una húmeda cueva,
Liang Bua, y el hallazgo lo componen un esqueleto casi completo que incluye el único cráneo aparecido, y restos de como mínimo otros siete individuos más. También aparecen piedras talladas . Y evidencias de uso del fuego. Junto a los restos humanos aparecieron osamentas de lagartos gigantes (Dragones de Komodo, que aún perviven en la isla) y elefantes enanos .

El titular de
Nature era impactante: "La Pequeña dama de Flores obliga a repensar la evolución humana". No era para menos: sería la especie humana más pequeña que jamás ha existido (por el momento).

Los autores del hallazgo consideran que
Homo floresiensis debe proceder de los Homo erectus hallados en la cercana isla de Java, y que abarcan temporalmente desde un millón setecientos mil años hasta 300.000 años atrás como mínimo. El poblamiento de Flores por Homo sapiens se estima que se produjo entre 55.000 y 33.000 años.

Desde que desaparecieron los neandertales (hace unos 28.000 años), pensábamos que Homo sapiens había quedado cómo único representante del género Homo. Si Homo floresiensis es una realidad, entonces no hemos estado tan solos. La intrepretación de este hallazgo supone que Homo sapiens ha convivido con otra especie -los hombrecitos de Flores- mucho más recientemente de lo asumido hasta ahora.

La razón de su enanismo es fácilmente explicable desde la biología. Al quedar aisladas en un espacio insular, las especies suelen experimentar "cuellos de botella" genéticos que hacen que puedan variar mucho respecto a la población continental original. Y esta variación es frecuente que se manifieste de dos maneras: o en un crecimiento desmesurado del tamaño, o en un enanismo igual de exagerado. Una tendencia u otra se adoptarán en función de la abundancia de recursos de la isla. Normalmente, los mamíferos de talla grande suelen experimentar una reducción de tamaño con el tiempo (por ejemplo, el elefante enano de Flores), mientras que los animales de talla pequeña suelen crecer (por ejemplo, el dragón de Komodo).
Aunque no se descarta la posibilidad de que los pequeños homínidos llegaran a la isla con su baja estatura, no parece lo más probable. En este sentido, los pequeños hombres de Flores no serían ninguna excepción respecto a lo que ya sabemos, sino una confirmación de que el hombre, incluso culturalmente dotado, no escapa de las reglas básicas de la evolución física. Y que el género Homo es mucho más variable de lo que creíamos.

(continuará...)